Con la comida como motor principal de la película, Marcos Jorge y “Estomago” consiguen cautivarnos con un relato bien construido, donde el realismo de los personajes y de las situaciones nos traslada a un Brasil olvidado pero no menos actual.
Basado en un relato de Lusa Silvestre, este drama agridulce narra la historia de un hombre corriente, Raimundo Nonato, que, gracias a la gastronomía, consigue lo que se propone, en este caso, sexo y poder.
Raimundo llega a la ciudad con la esperanza de conseguir una vida que le permita comer y cenar en un mismo día. Consigue trabajo en un bar ruinoso donde descubrirá su talento como cocinero. A partir de ahí empezará a afirmarse socialmente.
Construido en dos tiempos, el film va relatando las peripecias del protagonista en dos momentos diferentes de su vida, siempre con la comida de hilo conductor. Las dos narraciones paralelas nos muestran al protagonista afirmándose en su vida como cocinero, como va consiguiendo dinero, ropa, amistades y el amor de una mujer. Esta narración se ve entrecortada por otra etapa de su vida donde está encarcelado en una prisión. Ahí también, sus dotes para la cocina le permiten ir subiendo de rango en la jerarquía interna de su celda y ganar el respeto de los presidiarios.
A medida que los personajes se van perfilando, el espectador va recomponiendo los tiempos del relato desestructurado. Los ambientes realistas, llenos de detalles, de una complicada sociedad brasileña le dan fuerza y constancia a los personajes sin caer, casi nunca, en estereotipos.
Con un ritmo bien sostenido al inicio, pero que pierde intensidad en la segunda mitad, la película va ofreciendo toda una serie de metáforas en un país donde las relaciones de poder son a menudo pesadas y complejas.
La analogía entre cocina y arte se hace evidente en la boca de uno de los personajes, Giovanni, que le enseña a Nonato los secretos de una buena obra.
Esta es una historia universal, donde el poder, el sexo y la gastronomía se mezclan de forma visceral y orgánica.
Es un excelente plato cinematográfico, hecho con buen gusto y con buena mano, sin pretensiones y con un resultado final coherente y singular. Un plato fuerte, eso sí, con una interesante puesta en escena, para nada previsible, que termina dejando un gusto amargo en la boca.
Basado en un relato de Lusa Silvestre, este drama agridulce narra la historia de un hombre corriente, Raimundo Nonato, que, gracias a la gastronomía, consigue lo que se propone, en este caso, sexo y poder.
Raimundo llega a la ciudad con la esperanza de conseguir una vida que le permita comer y cenar en un mismo día. Consigue trabajo en un bar ruinoso donde descubrirá su talento como cocinero. A partir de ahí empezará a afirmarse socialmente.
Construido en dos tiempos, el film va relatando las peripecias del protagonista en dos momentos diferentes de su vida, siempre con la comida de hilo conductor. Las dos narraciones paralelas nos muestran al protagonista afirmándose en su vida como cocinero, como va consiguiendo dinero, ropa, amistades y el amor de una mujer. Esta narración se ve entrecortada por otra etapa de su vida donde está encarcelado en una prisión. Ahí también, sus dotes para la cocina le permiten ir subiendo de rango en la jerarquía interna de su celda y ganar el respeto de los presidiarios.
A medida que los personajes se van perfilando, el espectador va recomponiendo los tiempos del relato desestructurado. Los ambientes realistas, llenos de detalles, de una complicada sociedad brasileña le dan fuerza y constancia a los personajes sin caer, casi nunca, en estereotipos.
Con un ritmo bien sostenido al inicio, pero que pierde intensidad en la segunda mitad, la película va ofreciendo toda una serie de metáforas en un país donde las relaciones de poder son a menudo pesadas y complejas.
La analogía entre cocina y arte se hace evidente en la boca de uno de los personajes, Giovanni, que le enseña a Nonato los secretos de una buena obra.
Esta es una historia universal, donde el poder, el sexo y la gastronomía se mezclan de forma visceral y orgánica.
Es un excelente plato cinematográfico, hecho con buen gusto y con buena mano, sin pretensiones y con un resultado final coherente y singular. Un plato fuerte, eso sí, con una interesante puesta en escena, para nada previsible, que termina dejando un gusto amargo en la boca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario